martes, 5 de enero de 2010

¿Existe algo llamado la "dieta de la fertilidad"?

¿Pueden una dieta especifica y suplementos de vitaminas y minerales mejorar las probabilidades de que las pacientes queden embarazadas? Esa investigación apenas ha comenzado, pero sabemos que, al perder peso, las mujeres con sobrepeso y problemas de fertilidad podrían simplemente ahorrarse una visita al especialista.

Por el Dr Alex H Polotosky y Dra. Sonia Houston.

La infertilidad definida como la incapacidad para concebir después de relaciones sexuales frecuentes sin protección, afecta a cerca de 15% de todas las parejas durante su vida reproductiva. La probabilidad de embarazo disminuye en las mujeres que están en los extremos de masa corporal, ya tengan bajo peso o sean obesas, tomando como base un índice de masa corporal (IMC) de 30 Kg/m2 o más.

La buena noticia es que perder peso mejora la fertilidad en las mujeres mórbidamente obesas. En particular, disminuir tallas mejora de manera significativa la regularidad menstrual y la ovulación. Sin embargo, la dieta y los micronutrientes específicos que contribuirían a resultados más satisfactorios de embarazo han sido investigados con rigurosidad en las últimas fechas. Esto es especialmente oportuno, porque cerca de la mitad de las mujeres en edad reproductiva en Estados Unidos padece sobrepeso u obesidad. Nuestra meta aqui es concentrarnos en los estudios que atienden la relación entre dieta y fertilidad.

Exceso de peso y Anovulación
Comencemos apuntando a un subgrupo de pacientes que no son capaces de ovular. Aproximadamente, para un tercio de todas las parejas infértiles, la anovulación es la razón principal para la infertilidad. Además, la razón más común de esta condición es el síndrome de ovarios poliquisticos (SOP), una condición caracterizada por oligomenorrea, anovulación, hiperandrogenismo y obesidad relacionada. Desde hace mucho se sabe que la patogénesis del SOP involucra resistencia a la insulina y producción exagerada de andrógenos en los ovarios, pero la relación precisa de estos procesos sigue sin analizarse del todo bien. Aunque la obesidad es un rasgo frecuente del SOP, no se incluye dentro de los criterios diagnósticos aceptados. Además, la obesidad que no pertenece al SOP es una causa bien identificada de deterioro reproductivo en sí misma, luego de varios estudios que describen una influencia de detrimento de la reproducción, incluso cuando una mujer tiene un ciclo menstrual normal. La obesidad prolonga el tiempo para quedar embarazada y disminuye la probabilidad de embarazo en quienes tienen ciclos menstruales regulares.

La obesidad como causa potencial de infertilidad fué descrita desde 1328 en un comentario de la Biblia por un escolar medieval. Sin embargo, la comprensión de los mecanismos que subyacen a ésta relación todavía está en pañales. Alterar la ingesta de alimentos para mejorar la fertilidad tampoco es nuevo. A principios del siglo XX, las mujeres casadas en Chesire, Inglaterra, informaban estar conscientes que debían comer un "pan de fertilidad" de trigo entero y germinado de trigo capaz de promover la fertilidad en los animales de granja. En algunas culturas, los embriólogos han advertido vínculos entre comer huevos de pescado y la "fertilidad y crianza efectiva". De los "panes de fertilidad" en las sociedades agricultoras, a la raíz vegetal conocidad como maca en las comunidades peruanas, muchas culturas siguen conservando tradiciones alimentarias igual de peculiares para promover la concepción exitosa. Aunque son intrigantes, ninguno de estos estudios examina de manera rigurosa grandes poblaciones como para confirmar o refutar los efectos de las alteraciones de la dieta para promover la fertilidad.

Perdida de peso y ejercicio
La pérdida de peso para mejorar la fertilidad por medio de cambios en la dieta y en el estilo de vida ha sido estudiada en pacientes con trastornos anovulatorios. En un estudio pequeño, los investigadores informaron que en un periodo de seis meses, la pérdida de un promedio de 6.3 Kg con ejercicio y manejo del estilo de vida llevó a 12 de 13 mujeres estudiadas a reanudar la ovulación. Tome en cuenta, sin embargo, que estos resultados se obtuvieron en un programa de intervención agresivo y no siempre aplican en la clínica y práctica general.

Se ha informado que la pérdida de peso a partir de la cirugía bariátrica en las mujeres mórbidamente obesas mejora una variedad de marcadores reproductivos como la ovulación y los índices de embarazo. Un gran inconveniente en la mayoría de los estudios de cirugía bariátrica disponibles actualmente, y que informan mejoría de la fertilidad, es su pequeño tamaño de muestra y la falta de un apropiado grupo control de pacientes controladas medicámente.

Sin embargo, aún cuando existen datos sobre estudios de cirugía bariátrica más grandes, necesitamos mayor información para entender cómo las intervenciones menos extremas, como la modificación de la dieta, encajan en los esfuerzos para optimizar la fertilidad.

Creando una "dieta de la fertilidad"
En una serie de estudios recientes, los investigadores analizaron la serie del Nurses' Health Study II (NHS II). Las muestras analiticas incluyeron más de 17,000 enfermeras casadas en los Estados Unidos, quienes auto-informaron su incapacidad para quedar embarazadas después de intentarlo por un año.

La hipótesis principal probada en estos estudios era si una cierta composición dietética podría promover la fertilidad en las mujeres anovulatorias. Los investigadores usaron la información dietaria recolectada para diseñar un sistema de calificación para la creación de una "dieta de la fertilidad".

En 2007, el primer informe de este trabajo describió el seguimiento de 17,544 mujeres casadas sin historia de infertilidad y una edad promedio de 32 años al inicio del estudio. Durante 8 años de seguimiento, 416 mujeres informaron trastorno anovulatorio como la causa de su infertilidad. La muestra completa del estudio fué dividida en cinco grupos basados en adherencia a la dieta que, supuestamente, promovía la fertilidad.


En concreto, los factores que se pensó estaban relacionados con el riesgo bajo de trastornos ovulatorios incluían una ingesta menor de grasas trans monoinsaturadas, ingerir menos proteína animal, mayor ingesta de proteínas vegetales y más carbohidratos altos en fibra y de bajo índice glucémico.

Las mujeres en el 20% más alto de la calificación de esta dieta de la fertilidad tuvieron 66% de disminución en el riesgo de desarrollar infertilidad anovulatoria en comparación con sus contrapartes de 20% más bajo. Está relación se mantuvo después de tomar en cuenta la edad, paridad y peso corporal. De manera similar, combinar la actividad física, dieta y control de peso resultó en una disminución de 9% en el riesgo de infertilidad anovulatoria.

En un estudio posterior, el mismo grupo proporcionó una evaluación más detallada del consumo de proteína, dado que se relaciona con la infertilidad anovulatoria. La alta ingesta total fue relacionada con un riesgo 40% mayor de infertilidad anovulatoria, después de controlar factores como edad, IMC, actividad física, entre otros. Se pensó que comer proteína animal (principalmente pollo y pavo) aumentaba el riesgo de anovulación, elevando el riesgo de desarrollar infertilidad anovulatoria en 39%, y que, además, comer proteína vegetal, como la derivada de los cacahuates, chícharos o habas, originó una disminución correspondiente de 22% de este riesgo. Además, la ingesta de 5% de energía a partir de vegetales más que de animales, la fuente de proteína hizo caer el riesgo de desarrollar una infertilidad anovulatoria por un factor de dos.

Otro informe del mismo grupo observó la ingesta de ácidos grasos alimenticios y su relación con el desarrollo de infertilidad anovulatoria. La razón cientifica para esta aproximación fue el vínculo entre los ácidos grasos alimenticios y los receptores gamma activados por el proliferador de peroxisomas (PPAR-gamma). Los PPAR son una familia de receptores nucleares que se activan por la unión de ligandos de los ácidos grasos naturales. Se ha encontrado que los sensibilizadores de la insulina que, según se piensa, funcionan a través de PPAR-gamma, como la pioglitazona, son eficaces para inducir la ovulación en las pacientes con SOP.

En una muestra del NHS II, la preferencia por grasas trans no saturadas en la dieta elevó el riesgo de infertilidad anovulatoria en 70%, después de ajustar para otros potenciales factores relacionados. Esta tendencia fue cierta, ya fuera que dicha preferencia dietaria se contrastara con carbohidratos o con grasas no saturadas encontradas frecuentemente en los vegetales.

Finalmente, los mismos investigadores analizaron en detalle el vínculo entre las vitamínas y la infertilidad anovulatoria. Encontraron una relación inversa entre el riesgo de infertilidad anovulatoria y el uso de suplementos multivitamínicos. Especificamente, hubo menos mujeres con infertilidad ovulatoria entre las que tomaban suplementos de complejo B por tres o más dias a la semana.

El ácido fólico tuvo un rol significativo independiente de la reducción del riesgo relativo de la infertilidad ovulatoria, proveyendo un beneficio añadido a la recomendación de asegurar una ingesta adecuada de ácido fólico antes de la concepción. Adicionalmente, el hierro derivado de las plantas y vegetales, el hierro no-hem, disminuyó el peligro de infertilidad anovulatoria.

Mientras nuestro enfoque ha sido en la relación entre el exceso de peso y la reproducción, las mujeres con bajo peso también experimentan disminución de la ovulación y de la fertilidad. El NHS II encontró una relación en forma de U entre el IMC de los adultos y el riesgo relativo de infertilidad por trastornos ovulatorios en aquellas mujeres que están en ambos extremos de masa corporal con mayor riesgo de volverse infértiles. Aunque la obesidad predominó en los casos de infertilidad ovulatoria, 12% de ésta podría ser atribuida a masa corporal baja (en dicho estudio). Sin embargo, existe una escasez de artículos intervencionistas que atiendan ésta cuestión directamente. Los estudios informados tienen un tamaño de muestra pequeño, como una muestra de 26 mujeres infértiles con un IMC promedio de 19.2 Kg/m2 que se habían sometido a recomendaciones para aumentar su IMC.

Es importante mencionar que estas mujeres aumentaron casi 4 Kg durante el periodo del estudio y 73% concibieron después de estas intervenciones, lo cual podría sugerir que las mujeres infértiles de bajo peso se benefician al ganar peso, mejorando tanto la probabilidad de la ovulación como la de concebir.

En conclusión, con el siempre creciente número de mujeres en edad reproductiva con obesidad y sus trastornos anovulatorios frecuentemente relacionados, es urgente la necesidad de información y guía acerca de la fertilidad.


Las tecnologías de reproducción asistida como la fertilización in vitro están fácilmente disponibles, pero relacionadas con riesgos y gastos inherentes. Llevar una dieta de la fertilidad podría resultar en un método menos médico y más efectivo con respecto al costo para mejorar la salud reproductiva en las mujeres con trastornos anovulatorios.

De acuerdo con los datos disponibles, podemos sugerir a las pacientes anovulatorias consumir menos proteína animal, dejar las grasas trans no saturadas y que tomen multivitamínicos. Pero tomando con cautela esta informacion, dado que la mayoría de los datos disponibles vienen de análisis observacionales. Se necesitan estudios clínicos aleatorizados de alteraciones en la dieta que promuevan la fertilidad antes de que pueda hacerse una evaluación más definitiva.

Sin embargo, estamos acercándonos a definir el "pan de la fertilidad" del siglo XXI, por lo menos
para las mujeres que sufren de infertilidad anovulatoria.